Aunque de bebés no nos enteremos, todos nacemos con un sistema de productividad integrado.
Es algo así como el kit básico de técnicas de productividad. Y aunque un bebé tenga pocas tareas de las que preocuparse, lo cierto es que nunca he visto a uno gestionar mal sus urgencias o sus prioridades.
Naturalmente entrenados
Te va a extrañar que te lo diga yo, pero la gente improductiva es exageradamente productiva, mucho más de lo que nadie se imagina.
Desde que me propuse la titánica tarea de configurar mi propio sistema de productividad, a veces esta observación me resulta de lo más irritante.
Normalmente la secuencia funciona así:
- Detecto un nuevo problema de productividad
- Me propongo una solución o incluso la pongo en marcha
- Compruebo con irritación que me acabo de generar un problema más grande que el original
No nos engañemos, no te estoy diciendo que tires a la basura todas las técnicas de organización y productividad que hayas aprendido hasta ahora, sino que hay que ir con mucho más cuidado del que piensas.
Lo que hacemos
Como seres humanos ya gestionamos nuestras tareas de alguna manera. Igual que el bebé, aunque sea por intuición o basándonos en la memoria: todos tenemos algún método por rudimentario que sea para organizarnos.
Esto en sí es genial, porque quién no ha aprendido nunca productividad de forma activa ya tiene de base unos mínimos bastante razonables de productividad.
Ya sé que estás pensando que esta es una cosa obvia, pero la cosa nueva que te estoy diciendo es que este mínimo que todos llevamos dentro es increíblemente avanzado, y casi siempre, inconsciente.
Déjame que te ponga un ejemplo no tan obvio de este fenómeno.
Solución artificial: las listas de tareas
Uno de los primeros pasos cuando aprendes productividad, es el empezar a anotar y a procesar lo que te pasa por la cabeza. En vez de dejar a tu memoria las tareas que tienes que hacer, las anotas en una lista.
Esto tiene la ventaja de que es mucho menos probable que te olvides de hacer lo que has anotado. Sin embargo, tiene la desventaja no evidente, de que tus listas corren el riesgo de saturarse de elementos.
Solución natural: la mala memoria
Ahora bien, ¿por qué este problema no lo teníamos antes? Muy sencillo, la memoria está muchísimo mejor diseñada de lo que pensamos.
Aunque le llamemos mala memoria a la incapacidad de recordar cosas, yo diría que la memoria humana es sorprendentemente productiva. Imagínate una lista de tareas en el ordenador que te pusiese en negrita las tareas más recientes pero que las fuese poniendo en gris o cada vez más blancas conforme pasa el tiempo.
Sería simplemente genial, porque un elemento con el que has fracasado varias veces, o bien se vuelve a poner de actualidad (y lo anotarás de nuevo en negro intenso) o bien irá desapareciendo dejándote una lista reducida de elementos que sí resulta abordable.
Eso es lo que hace la memoria, nuestra solución por defecto de lista de tareas.
¿No te parece irónicamente bonito? A mí, como autodidacta de la productividad, me fascina. Pero me también me irrita mucho…
Como construir una línea de metro
Ahora que te he contado la historia entera, quiero que te lleves una idea clara:
Cuando pones en marcha un nuevo hábito de productividad no estás empezando de cero (levantando una torre), sino que estás mejorando lo que ya tienes (añadiéndole un metro a tu ciudad).
La pega de todo esto, es que tienes que tener mucho cuidado con los nuevos hábitos que introduces, no vayas a poner en peligro lo que ya tienes funcionando (derribando o agrietando un edificio). Pero la gran ventaja es que ya tenemos ejemplos de cómo solucionar problemas cotidianos. Y por paradójico que parezca, quizás, la lista de tareas perfecta sea aquella que se limita a olvidar de manera inteligente.
» Ver el artículo en el blog
De Iago Fraga en Técnicas de Organización